Marruecos es sinónimo de aventura. Y lo es siempre, independientemente de que estés cruzando en un todo terreno las dunas del Erg Chebbi, o con tu familia pasando un apacible fin de semana por la siempre sorprendente Marrakech.
Se dice que es el más cercano de los grandes viajes y es totalmente cierto. Está a 15 kilómetros de Europa y el choque cultural que se siente al llegar al país es brutal. Y ocurre siempre, independientemente del número de veces que lo hayas visitado. Viajar a Marruecos es viajar en el tiempo.
En nuestro caso particular, Marruecos se ha convertido en ese destino en el que siempre estamos pensando y al que siempre queremos volver.
Recuerdo perfectamente aquél primer viaje que hice junto a mi mujer en el año 2009. Por aquel entonces no era un destino demasiado común y la información disponible poco abundante. Compré un mapa y me fijé en un pequeño pueblo (M’Hamid) en el que acababa la carretera y que estaba situado “al sur del sur”. Volamos a Marrakech, alquilamos un pequeñísimo FIAT Palio y comenzamos nuestra gran aventura.
El primer reto fue salir de la ciudad. Conducir por Marruecos es fácil, pero comenzar la experiencia en el centro de Marrakech no es la mejor idea. La cosa se complica un poco más si además no tienes GPS y acabas “dando una propina” a un policía para evitar que te multe injustamente y poder proseguir la marcha.
Al principio, estás tan fuera de tu zona de confort que lo natural es ponerte a la defensiva. No tienes motivos, pero son tus prejuicios los que te llevan a ese estado de alerta. Solamente necesitas un par de contactos con los marroquíes para relajarte y darte cuenta de que estás muy equivocado y que no hay nada que temer. Su hospitalidad está a otro nivel y si pueden ayudarte lo harán, incluso cuando no hace falta.
Atravesar el alto Atlas por el mítico puerto de Tizi n’Tichka fue toda una experiencia. La carretera es retorcida a más no poder, los paisajes sobrecogedores y, por aquel entonces, los agujeros del asfalto eran tan grandes como el coche que conducíamos.
Los dos días que tardamos en llegar a nuestro destino y la travesía que hicimos después en todo terreno hasta las dunas del Erg Chigaga fueron increíbles, por no hablar de la noche en el desierto contemplando el mejor cielo que haya visto nunca.
Después de aquel primer viaje he tenido la oportunidad de regresar varias veces para hacer todo tipo de viajes: trekking por el alto Atlas, travesías por el desierto en 4×4 e incluso una participación en el ahora famoso Panda Raid.
Este último fue sin duda el viaje más divertido que hemos hecho a Marruecos. Se trata de un rally de regularidad amateur de larga distancia en el que solamente pueden participar FIAT Pandas y SEAT Marbellas.
Éramos 4 amigos, surgió la idea, compramos dos coches, los preparamos para soportar la dureza del recorrido y, sin probarlos, nos lanzamos a la aventura.
Fueron 7 duras etapas y más de 3000 kilómetros, muchos de ellos por pistas, que pusieron a prueba a coches y a participantes.
Al finalizar la primera jornada, teníamos uno de los Pandas en tercera posición, pero las averías no nos dieron tregua y a mitad de semana estábamos ya concentrados únicamente en cruzar la línea de meta en las playas de Essaouira y poder volver a casa con los coches rodando.
Por enumerar algunas de las averías, puedo decir que comenzamos el primer día ampliando los pasos de rueda con una radial para evitar cortar los neumáticos traseros, tuvimos que reparar varios palieres, una distribución, un par de embragues, sujetar una línea de escape empeñaba en caerse, etc. Sin duda fue un gran curso de mecánica rápida.
La última vez que viajamos a Marruecos, fue con dos pick ups todo terreno. La idea era recorrer gran parte de la tradicional ruta del rally Dakar, aunque haciéndolo en el sentido inverso al original.
Cruzamos media España, tomamos un ferry y en un par de horas ya estábamos en el país vecino. Lo atravesamos de norte a sur en otra maratoniana jornada y por fin llegamos a las interminables pistas de tierra y arena que tantas veces hemos visto en televisión.
En dos días recorrimos unos 500 kilómetros pasando por los lugares más míticos del gran sur. Para entonces ya estábamos a los pies del conocido Erg Chebbi, disfrutando de una merecida cerveza en el hotel Xaluca Toumbuctú.
Y fue al día siguiente cuando nos meteríamos de lleno en las dunas para poner a prueba los coches en arena. Bajamos las presiones, quitamos el ESP y ¡al lío!
Y todo iba muy bien hasta que bajando una duna bastante grande golpeamos los bajos de uno de los coches rompiendo el intercooler.
¿Y qué haces cuando te quedas tirado por una avería en mitad de Marruecos? Pues básicamente lo mismo que harías en tu país: vas a un taller y allí, si pueden te lo arreglan, y si no, al menos te harán una reparación de fortuna para que puedas volver a casa. Todo ello sin necesidad de pedir cita previa, sin esperas y con la mejor de sus sonrisas.
Esto último fue lo que nos pasó a nosotros. Al final perdimos todo el día, tuvimos que regresar por carretera hasta el puerto de Nador y no pudimos acabar la ruta prevista por la famosa pista Citroën, el río de arena y el plateau Rekkam.
El único problema que realmente tenemos ahora, es que habrá que volver para terminar la ruta y para seguir disfrutando de ese gran país que es Marruecos.
A modo de resumen, podemos decir que Marruecos es un país increíble, con una riqueza cultural y unos paisajes fuera de lo común. La amabilidad de los marroquíes está a otro nivel. Tienen muy poco y han convertido la hospitalidad en una de sus señas de identidad.
Además, son la puerta de acceso entre dos continentes y se han dado cuenta lo importante que es para su futuro fijarse más en Europa y no tanto en sus países vecinos. Están cambiando a marchas forzadas y es algo que percibes al llegar, más aún si como nosotros, visitas el país regularmente.
El estado de las carreteras es bastante bueno, y los kilómetros de asfalto aumentan rápidamente cada año. Se han dado cuenta de que el turismo es una fuente de riqueza muy importante y cuidan al turista cada vez más. Es curioso ver cómo aquellos policías que buscaban una propina, seguramente para complementar su mísero sueldo, ahora están más presentes, absolutamente todos te saludan amablemente y se afanan por ayudarte si necesitas algo.
En Classics on the Road no solo “organizamos viajes”. Nos encanta viajar, y nuestra pasión es enseñar a clientes y amigos las experiencias que hemos vivimos en los diferentes destinos que visitamos. Marruecos está en los primeros puestos de la lista, sabemos que podemos ayudaros a vivir una gran aventura y que, sin duda, será uno de los mejores viajes de vuestra vida.